Estamos realizando un video sobre mi trabajo y estas son algunas de los primeros escritos en los que estoy reparando, antes del guión:

Hace algún tiempo, un poco cansado del trabajo de oficina y sintiendo que la vida se me escapaba por la ventana. ¿ Me estaba perdiendo de algo? ¿ Era algo indispensable para mi? Decidí tomar unas clases de fotografía…

Un par de años después, decidido a buscar preguntas más que respuestas, me embarqué en el retrato. En el camino fui conociendo cómplices en la expresión; Artistas, escritores, modelos, bailarinas, profesoras de inglés, actores, publicistas, alpinistas, gente de circo, músicos, ingenieras, etc…

La fotografía para mi se convirtió en un pasaporte universal, un punto común donde se puede intersecar la curiosidad compartida, de cómo será el otro, con descaro. Es un terreno de tregua donde muchas veces no son necesarias las palabras. Una especie de danza muda al ritmo del sonido de la cámara. Un abismo neutral en el que te dejas caer y te exige sentir, no solo ver.

Se puede escuchar la respiración como un sinónimo de cercanía, se puede romper la burbuja que nos aísla en este océano de límites. Se puede romper la propiedad privada. Yo comparto algo y tu compartes también, es una fiesta comunitaria. El resultado no es mío ni tuyo es nuestro y habla tanto del modelo cómo del fotógrafo.

La fotografía para mi es un microscopio, un puñado de mentiras que dicen la verdad, un mate en Buenos Aires, un café en Puebla, una colada en Quito, en La Floresta o en la sala de una casa que a menudo es ajena. Un viaje desde la calle de enfrente o una mirada desde un sofá.

Termino con una frase:

“Lo que yo hago en fotografía es para lograr que el día que yo me muera no digan que se murió una vaca sino que se murió una persona que vio eso. Y lo que yo vi está en mis fotos. Como si dijera “ésta es mi ciudad, mi gente, la que admiro, la que me gusta”. Ese es mi canon.”

Sará Facio

Christian Erazo Flores