Recientemente me ha dado por ver pelis en blanco y negro. La semana pasada: El Retrato de Jennie (William Dieterle, 1948)

Eben Adams es un pintor que busca inspiración, conoce un día de invierno, a una niña vestida de un modo anticuado. A partir de ese momento se suceden otros encuentros, con la particularidad de que en breves intervalos de tiempo la chica se va convirtiendo en una bellísima joven. (parafraseando a Wikipedia)

La historia, un tanto curiosa me despierta varias preguntas a lo largo de la hora con veinte minutos de duración y empuja con disimulo hacia una potente idea: entender que hay muchas cosas que no entendemos.

Comparto un par de diálogos del largometraje:

Dialogo entre Eben y Gus O’Toole

– Sabes Gus, no consigo entenderte. ¿Por que te preocupas tanto por mi?

– Bueno, tal vez sea porque no puedo ver a nadie hambriento. Te lo diré en otras palabras: Siento respeto por un tipo que hace lo que tiene que hacer aunque eso acabe con el. Bien lo que tu quieres es pintar y lo haces sin que el resto te importe nada, me gusta eso…

La mayoría de nosotros piensa que no hay nada que merezca la pena salvo vivir la vida lo más cómodamente posible, ganar un poco aquí otro poco allá, comer dormir y morir. Entonces te encuentras con un tipo como tu que no se preocupa por nada de eso y te preguntas si tal vez no te estas perdiendo algo.

Dialogo entre Matthews y Eben.

– ¿Qué es esto?

– Un esbozo de una niña que vi en el parque.

– Es muy bueno…

– ¿Sabe por qué me gusta?

– ¿Por qué?

-Hay algo en esta niña que me recuera al pasado, creo que existe algo intemporal señor Adams, algo eterno que puede verse en todos los buenos retratos de antaño. Parece que pudieras encontrarte con el modelo en cualquier momento.

En el tercio final de la peli alguien comenta:

– “Sabemos tan poco, tan tan poco.

Christian Erazo Flores