“Cuando digo belleza, no me refiero a esa belleza de tarjeta postal, a lo bonito, a esas perfectas puestas de sol sobre el horizonte costero, o a esas caras perfectamente lisas, sin arrugas, vacías. La belleza en la que estoy pensando es mucho más salvaje: el violento océano agitándose bajos unos rayos tibios y pacíficos, o los picos oscuros y escarpados que manchan las manos de sangre. Todas las cosas bonitas son casi exactamente iguales, mientras que todas las cosas bellas son distintas. Lo bonito está vinculado a lo predecible y a lo suave. Lo bonito carece de aristas peligrosas. Las cosas bonitas sugieren una especie de vacío. Por el contrario, el objeto bello está impredeciblemente moteado y es áspero, fracturado. Es la fugacidad de un objeto la que le confiere belleza, y esa fugacidad se manifiesta en sus grietas y fisuras.

No podemos percibir la belleza si nos unimos a las masas que salen de vacaciones en busca de una estética de tarjeta postal. En realidad esa masa es incapaz de percibir la belleza”

Eric G. Wilson